Últimamente he leído artículos acerca de la “crianza respetuosa” dado que llegan a consulta padres que han tratado de ponerla en práctica. Frustrados por no saber bien cómo hacer, caen en patrones recurrentes de relación con sus hijos. De los cuáles no están satisfechos y se sienten sin recursos para modificar.

Al hablarles de algunos términos como son los “premios”, reaccionan con caras de insatisfacción y emiten verbalizaciones del tipo “mis hijos no son animales” o “si les enseño a funcionar así, nunca van a hacer nada por sí mismos”. Estas reacciones me hicieron pensar sobre qué les podía haber llevado a interiorizar ese tipo de creencia y bajo qué términos estaban relacionando esa palabra, en definitiva qué evocaba en ellos.

Navegando por Internet leí artículos escritos por educadores sociales, logopedas, maestros y algún que otro psicólogo que hablaban sobre la crianza respetuosa. Al profundizar observé cómo usaban algunos términos, más relacionados con otros tipos de corrientes, en el uso más común del lenguaje y, creo que ahí, es donde comienzan a volverse aversivos algunos términos. Dado que parece que no se habla de lo mismo.

¿En qué consiste la crianza respetuosa?

Extraído de educayaprende.com la crianza respetuosa la definen como “Un tipo de crianza que se centra en el niño y en sus necesidades, atendiendo a las mismas desde el entendimiento y el respeto. Dejando a un lado la violencia, falta de entendimiento y respeto. Es una forma natural e instintiva de educar a los niños y niñas que se basa en estar cerca de los pequeños, conocerlos y ofrecerles así lo que necesitan para crecer mejor.”

Bajo los términos de terapia de conducta, diríamos que en base a la información obtenida mediante la observación minuciosa del niño/a como protagonista a tener en cuenta para la adaptación y modificación de determinadas conductas. Se le observa en diferentes contextos pudiendo llegar a comprender su forma de funcionar ante distintos estímulos que le rodea. Así como el tipo de aprendizajes de los que se beneficia para potenciar sus capacidades y habilidades.

Por supuesto siempre va a ser el niño “el centro de todo” dado que es con quién intervenimos y a quién enseñamos; debemos centrarnos en sus modos de funcionar. Sin esto, sería imposible iniciar cualquier tipo de intervención.

El respeto

En cuanto al respeto, hay una serie de derechos fundamentales que por el simple hecho de nacer ya tenemos, y que debemos tener en cuenta en cualquiera de los casos. Así como para los profesionales un código deontológico en el que siempre se debe tener valorar el bienestar de la persona. Todo lo que salga de ahí entra dentro de la negligencia profesional y/o los derechos humanos.

Al usar el término “violencia” se va creando una relación entre dicho término y el “castigo” como algo dañino hacia el pequeño.

Un niño necesita que se atiendan sus necesidades y que estemos en conexión con su naturaleza infantil atendiendo a ella con respeto y amor. Los niños y niñas tienen que vivir la infancia y descubrir su identidad. Hacer que aprendan a base de premios y castigos, y que vivan infancias controladas va en contra de su naturaleza.”

Estamos de acuerdo en que nuestra misión como padres es atender a las necesidades de nuestros hijos, pero también a la nuestras, y es probable que en ocasiones estén encontradas. ¿Qué hacemos en esos casos?. Imagino que al niño/a se le explicará por qué mamá/papá no puede atenderle en esos momentos y se le explicará cómo puede cubrir su necesidad o cuándo podrá ser cubierta por ellos. Es decir, se  enseña al niño/a a esperar, tolerar su frustración y autonomía, con límites, conductas alternativas y las premiaremos con nuestra atención en el largo plazo.

Premios y los castigos

Los “premios y los castigos” no son más que consecuentes que se dan en cada una de las interacciones que hacemos en el día a día con el resto de objetos y personas del mundo (incluso con nosotros mismos). Son las reglas básicas de funcionamiento y, por tanto, no contar con ellos es una forma de negar lo obvio.

Otra cuestión diferente es entender estos términos fuera del lenguaje científico. En este caso estaríamos hablando únicamente de castigo físico/verbal y premios materiales. Cuestión poco aplicable a un tratamiento basado en la terapia de conducta y que cumple con los derechos y cuidados de las personas.

En cuanto a la “naturaleza” del ser humano y que vivan “infancias controladas”, habría que abrir un abanico macrosocial y entraríamos en terreno fangoso. Digamos que la naturaleza humana (búsqueda del placer) y las normas sociales y económicas (“los deberías”), no suelen tener una buena relación. Pero aprendemos a adaptarnos y regularnos en función a los consecuentes y consecuencias que podamos tener.

No hay recetas mágicas

En la crianza respetuosa no hay recetas mágicas, no hay cronómetros, no hay gurús, simplemente algunos autores que nos alientan a seguir y a confiar en nuestros propios instintos.  

“El instinto”, ¿Qué es? Parece poco cuantificable (y por tanto, entrañable), medible (para comprobar si hay mejoras) y puede que vaya en contra de principios de cuidado y respeto. Parece que aquí es donde muchos padres comienzan a no entender qué deben hacer ya que, por supuesto, lo que han hecho hasta ahora es guiarse de su instinto. Y si solicitan ayuda, es porque no les ha servido.

 

Principios de la crianza respetuosa
  • Horizontalidad: tratar a los niños como iguales. No podemos hacer a los niños lo que no nos gustaría que nos hicieran.

Tratar a los niños como iguales es prácticamente imposible, por su nivel de comprensión y porque no haríamos con ellos lo mismo que con los adultos. O ¿a caso jugamos con un adulto al cucú tras o ponemos distintos tonos para llamar su atención? ¿O si el niño/a tiene sueño le impedimos que se duerma en su cochecito porque hay gente delante y puede ser de “mala educación”?

Los niños son personas y como personas hay que tratarlos, pero en su condición de niños, en la que en numerosas ocasiones no van a llegar a comprender muchas de las instrucciones que les demos porque aún no están en ese nivel verbal. “No metas los dedos en el enchufe porque te puede dar un calambre”, probablemente no entiendan qué es un calambre, ni qué sensaciones produce; estamos creando asociaciones futuras y probabilísticas que no llegan a comprender, y aún así, les animaremos (prohibiremos) a cumplir con ello porque sabemos que es lo mejor para su salud.

  • Empatía: se trata de ser capaces de conectar y sintonizar con su alma infantil.

O más bien con sus intereses y separarlos de los nuestros.

  • Respuesta a sus necesidades, emociones y expresiones.

Generar vínculo en función a las interacciones, moldeando (enseñando) y modelando (siendo modelos) sus habilidades sociales y recursos personales.

  • Límites y disciplina positiva, no punitiva. No se trata de castigar o premiar conductas o de permitirles hacer lo que quieran. Establecer límites con empatía.

El límite

El límite se puede poner con mucha “empatía” (entendiendo su interés), pero otra cosa es cómo lo recoja el niño, y probablemente no sea a través de la alegría. Habrá enfado y desilusión por no poder hacer aquello que le gustaría y, aquí es donde comienzan los conflictos y los padres se ven sin recursos, su “instinto” no puede más.

Por supuesto nunca hay que utilizar un castigo positivo (amenaza, chantaje, reprimenda verbal o física, etc.), porque como hemos dicho atenta contra la ética y la moral, pero dependiendo de la edad de nuestro hijo tendremos que usar un tipo de estrategia u otra que nos ayude al control de la situación.

El diálogo, en muchas ocasiones, no cumple la función que esperamos ya que muchos niños aún no tienen la capacidad de expresar qué les ocurre, generar alternativas y si están “bajo el embrujo de la emoción” es posible que activemos una y otra vez su estallido emocional. Por tanto, tener un modo de actuación concreto y validado pero adaptado, da seguridad y confianza, y eso aporta la calma que necesitan los padres en estos momentos complicados.

 

 

10 Pautas para una crianza respetuosa

 

  1. Regula tus emociones para conectar con el niño.

Sé un buen modelo.

  1. Empatiza con el punto de vista del niño. Aprende a mirar con los ojos del niño, de este modo descubrirás qué es lo que te quiere decir con sus comportamientos.

Entiende la función (el para qué) de las conductas de tu hijo/a con un buen análisis funcional.

  1. Respeta su individualidad y sus ritmos de desarrollo. Cada niño es único, especial y diferente. Debemos tener en cuenta sus características y no exigirle cosas para las que no está preparado.

Adapta tus peticiones y normas a su nivel de comprensión/habilidad.

  1. Entiende sus expresiones de malestar (enfado, tristeza, estrés,…), son algo normal y propio de los niños/as, trata de contenerlos y enséñales a auto controlarse.

Enseña estrategias de regulación emocional a través del moldeado (cómo hacer) y modelado (sirviendo de ejemplo).

  1. Acuerda con él, los límites y reglasClaras, sencillas y consensuadas.

Define normas de comportamiento y sus consecuentes.

La negociación llegará cuando el niño tenga una mínima experiencia en el mundo y haya adquirido las normas básicas en las que no ponga en peligro su supervivencia. Habitualmente se negocian responsabilidades y ocio.

  1. Renuncia al castigo. Sintoniza con él y aprenderá a seguir tus indicaciones porque confía en ti y acepta tu liderazgo sin necesidad de castigos.

Cuanto más tiempo pases con él/ella, mayor complicidad/entendimiento y mayor seguimiento de instrucciones por su parte. Pero aún con eso, siempre habrá momentos de conflicto, en los que como padre/madre te enfadarás y no te apetecerá seguir repitiendo lo que toca hacer, o negociar. En esos momentos te mantendrás en silencio, esperando volver a la calma, y eso querido lector, es un castigo negativo. Es decir, al retirar tu atención le estas quitando al niño/a algo que quiere de ti en ese momento, porque espera un cambio en la situación y no se lo estás dando. Esta acción puede ser el estímulo que le indique que debe empezar a contenerse y regularse, porque no te está gustando el tono que está adquiriendo la conversación. El castigo es eficaz pero no de la forma en que nos cuenta la vecina del quinto, sino la forma científica.

  1. Mantén la calma y no te dejes llevar por los nervios o el estrés. Si quieres conectar con el niño, tendrás que hacerlo desde la calma.

Regúlate para poder ser maestro regulador.

  1. Cuando haga algo mal. Explícale porque lo ha hecho mal, enséñale de este modo a reflexionar sobre su conducta y a buscar alternativas.

Asocia conductas-consecuentes y consecuencias y entrénale en la solución de problemas, pero recuerda que el diálogo, no siempre es eficaz y menos en momentos críticos.

  1. Felicítale y refuérzale cuando haga las cosas bien.

¿Un premio verbal? Totalmente de acuerdo.

  1. Elogia sus cualidades positivas.

Entrénale en “hacer cumplidos” sirviendo de modelo y potencia de esta forma su autorrefuerzo.

En definitiva, creo que la manera de intervenir es muy similar pero la forma de explicar los conceptos es diferente. La cuestión no es demonizar los premios/castigos, si no entender de lo que estamos hablando e individualizar cada intervención a cada caso particular como en cualquier proceso de terapia.

Cada ser humano es único y especial pero los principios como especie, ¡son compartidos!

 

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