Ha pasado la temporada de exámenes y ahora puede que muchos universitarios y escolares tengan un pequeño respiro. Tal vez sea el momento de hacer una pequeña reflexión sobre qué ha sido lo que ha motivado el estudio. ¿Son solo las calificaciones? Vamos a ver qué significado tiene esto en el contexto del aprendizaje y la felicidad.

Vemos que al centrarnos en las calificaciones cometemos un fallo, algo que no nos hace tan felices como creemos y es que esta motivación nos “quita” la motivación profunda que tenemos de aprender cosas. Tal vez podamos recordar cuando en algún momento leíamos libros o veíamos documentales de animales solo por el mero hecho de saber, solo por la curiosidad y que eso era genial.

¿Cuándo empezó esto a cambiar?

Lo que pasó fue que cambió nuestra motivación, ya no era el gusto de aprender, era algo externo a la situación.

La motivación se divide en dos categorías, la extrínseca que se da cuando adoptamos un comportamiento para conseguir algo del mundo exterior como ganar premios o evitar castigos. Y la motivación intrínseca que aparece cuando nuestro comportamiento es única y exclusivamente realizado por el hecho de que disfrutamos (madrugamos para irnos de viaje, ahorramos durante meses para esa entrada en un concierto…). Nadie tiene que pagarnos para ello, podemos recordar cuando aprender formaba parte de esa diversión.

Pero ¿Qué efecto tiene la motivación externa?

Pues que nos “ roba” la motivación interna, nos aparta del placer, del interés por saber más de algo, que fue tal vez lo que nos llevó a elegir esos estudios y querer dedicarnos a una profesión específica. Así tener buenas notas o conseguir un buen empleo nos separa del infantil y dulce disfrute del saber. Por si esto fuera poco, centrarnos en las notas también puede ser perjudica ya que daña lo que se llama “mentalidad de crecimiento”.

Este término fue creado por la profesora de la Universidad de Stanford Karol Dweck que investigó sobre las creencias que tenemos sobre la relación de nuestras propias habilidades y el aprendizaje. Encontró que las personas caemos en una de dos categorías según estas creencias. Una de ellas es la “mentalidad de crecimiento” (La inteligencia puede ser entrenada y las habilidades básicas se consiguen con esfuerzo y trabajo). Y la otra mentalidad es todo lo contrario, considera que la inteligencia es algo “ fijo “ e innata, y que las cualidades básicas si no están no se puede hacer nada. Se poseen o no se poseen y es la vida la que va indicando si las tienes o no según vas siendo capaz o no de hacer ciertas cosas.

La mentalidad fija y mentalidad creciente

El tener una u otra de estas mentalidades influye enormemente en cómo aprendemos y sobre todo en cómo reaccionamos ante el fracaso, en la mentalidad fija se pone el foco en las calificaciones como una etiqueta, como una medida de la inteligencia. Sin embargo en la de crecimiento, las calificaciones son un indicativo de lo que vas aprendiendo y querer subirlas es deseable y posible con el esfuerzo.

En la mentalidad fija el objetivo se califica como bueno o malo y siempre será “duro el trabajo” ya que esforzarse significa no tener las capacidades necesarias para hacer algo. En la mentalidad de crecimiento el proceso es parte de la meta y se da por hecho que llegar a un objetivo requiere esfuerzo. Este esfuerzo para la mentalidad fija es un foco de vergüenza ya que deja a la vista las deficiencias, es algo que hay que esconder, por lo tanto no se pueden atender a los fallos que nos indican donde nos tenemos que centrar para superar nuestros errores y así no nos deja avanzar.

En el único momento que esta mentalidad va bien es cuando una persona posee una capacidad muy alta de forma innata y no se sale de ahí, en este punto se está a gusto, pero es imposible crecer. Cuando no es así el no llegar puede generar sensación de injusticia e indefensión y bajar la autoestima. Nos mete además en una búsqueda constante de señales de lo que se nos da bien y nos hace evitar lo que se nos da mal, aunque esto sea la vocación de nuestra vida.

La buena noticia es que la mentalidad de crecimiento se puede aprender. Superar esta mentalidad fija es posible volviendo a poner el foco en lo que es el aprendizaje y disfrutando de esto más que de nuestras calificaciones. Pasar de una motivación externa y volver a nuestra motivación intrínseca liberándonos de todas esas falsas etiquetas fijas y centrándonos en las sensaciones que nos genera superar los retos gracias a nuestro esfuerzo y a nuestra capacidad de superación.

 

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